jueves, 13 de octubre de 2016

Un vendedor de Kleenex viene a verme

Por lo menos yo lo estuve esperando. Pero nunca llegó, ¡maldito seas vendedor ambulante, dónde estás cuando se te necesita! Bayona es un sádico, eso es un hecho. Ya intentó perpetrar su crimen lacrimógeno en su anterior entrega, Lo Imposible. Recuerdo en aquella proyección que me tocó a mi izquierda una mujer por la que estuve a punto de llamar al Samur. Claramente necesitaba asistencia o al menos un abrazo ya que no paró de llorar y moquear durante prácticamente toda la película. Incluso antes casi de que el Tsunami se sobreviniera. La culpa la tiene Mediaset y su metralleta publicitaria. Los titulares de algunas revistas tampoco ayudaban. La carnicería emocional abría sus puertas y todo el mundo venía predispuesto a pedir cuarto y mitad de emociones duras. A la gente le encanta y es que en el fondo resulta muy liberador. Yo iba dispuesto a participar en ese circo y asumía todas las consecuencias, pero aquel sentimiento nunca llegó. Y me indigné, me sentí estafado hasta el punto de pedir la hoja de reclamaciones. "Mire señorita, me prometieron lágrimas, o eso decía su publicidad. Me siento engañado. He tenido una semana de mierda y lo necesito. LO NECESITO! Deme llanto o devuélvame el dinero!" Mi glándula lacrimal es como mi aparato reproductor: va a su bola. Recuerdo llorar con Forrest Gump, Juno y Cadena Perpetua. Todas ellas con final feliz. No me preguntéis por qué. La declaración de amor de Melvin Udall en Mejor Imposible también derribó todas mis defensas. Y qué puedo decir de aquella confesión de interfono bajo la lluvia en el Hijo de la Novia. Cero dramas, siempre Smile, que diría el esperpento de Gibaja. Esa es mi criptonita.


* SPOILER*

Con estos antecedentes me fui a ver "Un Monstruo Viene a Verme". Totalmente a pelo, no llevaba ni una servilleta. Mira que el tema central de la película me tocaba especialmente ya que se puede decir que he vivido algo parecido. Me hice el valiente y lo pagué con intereses. De primeras la peli me pareció lenta y reconozco que cuando empezaron las historias y los dibujos, pensé: WTF! Y es que es de esas en las que el desarrollo solo cobra sentido cuando se acerca el final. Para el Hannibal Lecter de los directores, la primera hora consiste en poner muchos ingredientes tristes juntos como un precalentamiento para cuando venga el "fatality" emocional. Niño introvertido y soñador que sufre maltrato escolar y cuya madre abandonada por su pareja padece cancer terminal. Toma ya! Para colmo, la abuela también tuvo lo suyo por lo que su caracter lejos de ayudar al pre-adolescente, está más enfocado a mostrarle la cruda realidad de la vida. Pero como digo, todo tiene una razón de ser.

3 Historias viene a contar el Monstruo, en las que nada es lo que parece. Y es que el niño falla en el diagnóstico, por lo menos en las dos primeras. ¿Quién es el culpable? La bruja, el príncipe, el cura, el boticario... No hay héroes, esa es la conclusión que yo saco y es que en la vida real tampoco existen. Todos tenemos debilidades, zonas grises y algunas incluso oscuras. Y sobre todo, somos humanos y tenemos pensamientos que intentamos ahogar pero que poco a poco nos consumen y nos hacen castigarnos a nosotros mismos. Lo importante es lo que hagas, no lo que pienses. "Dí la verdad" le espeta el monstruo casi al final.

Seamos transparentes y sinceros y aceptemos los pensamientos egoistas que nos hacen terrenales. Es mucha carga para un niño pensar constantemente que en algún momento cercano su madre ya no estará. No sé si existe algo más real y más humano que querer dejar de sufrir.

Y por fin llega la bomba de neutrones. Tras esa intensa confesión y ese despertar junto al tejo. Ese viaje en coche donde tendrá que aceptar el cambio radical que se avecina. Y el monstruo con todas sus raices en la habitación de hospital, en ese último aliento... Y quieres que termine pero cuando se acerca el final estás dispuesto a sufrir un poco más por no dejarla ir, porque sabes que ya no volverá y tienes miedo y estás solo y piensas que lo estarás aún más.

Y un toque de luz para finalizar. Ese cuarto perfectamente acondicionado. Representa el recorrido de la abuela, la visión realista, estoica y serena de que la vida sigue y tenemos que jugar con las cartas que nos dan. De que vivimos y morimos y por el camino tenemos que querernos, aguantarnos y servir a los demás.

Bayona te odio a muerte.

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