jueves, 11 de septiembre de 2014

¿Las tecnologías nos acercan o nos alejan?

No voy a alimentar el tópico de esa mesa en una céntrica terraza madrileña donde un grupo de amigos se junta para mirar sus móviles. Es triste, pero ya nos lo sabemos. A estas alturas ya conocemos las pocas virtudes del whatsapp (las tiene, tampoco hay que ser tan negativo) y el daño que su uso está generando en la sociedad.

Hablamos de algo más, hablamos de las relaciones personales. Hemos derribado todos los obstáculos. Más bien la tecnología lo ha hecho por nosotros. ¿Os acordáis de esa llamada al teléfono fijo de la chica que habías conocido en la sesión de tarde de la discoteca de tu pueblo? Para hablar con ella, antes tenías que convencer a su padre que como no, te aplicaba el tercer grado. "Quién eres", "Qué quieres", "Ahora mismo no se puede poner, está estudiando, pero si quieres dejarle un mensaje...". Una trampa mortal. Al final después de varios intentos conseguías dar con ella y tenías esa primera conversación incómoda en la que mediante la improvisación tenías que conseguir que accediera a quedar contigo. Luego resulta que los recién licenciados necesitan consejeros laborales para afrontar la primera entrevista. Claro, no se han enfrentado a ese padre.

Hay que reconocer que ahora el primer paso está chupado comparado con lo que suponía hace unos años. La llamada es intrusiva, en cambio un mensaje es fácil, aséptico, no conlleva excesivo riesgo. Y si existe contestación puedes pensarte con calma la respuesta. Es el ejemplo claro de la sociedad de "procrastinadores" profesionales en la que vivimos. Todo para el final, porque el directo está ahí, te está esperando y tarde o temprano tendrás que afrontarlo. ¿Acaso no es mejor fracasar en un principio que hacerlo al final? Ese tiempo que te ahorras.

Y que hay de las páginas de contactos. Tinder, Badoo, Meetic ¿son el sustitutivo de salir y ligar a la manera tradicional? ¿Que hay de aquello de esforzarse por ampliar tu círculo porque sabes que conocer gente te llevará a conocer más gente? ¿Qué fue de ir a una cafetería, sonreír a la camarera, hacerle un sutil cumplido y ver en tu siguiente visita si de la semilla que plantaste aquel día algo ha florecido? Los cyber Humphrey Bogart te dirán que no. Que no es un sustitutivo, es un extra. Es ligar a gran escala. Puedes mantener todo aquello que ya hacías y sigues haciendo los fines de semana y además ligar entre semana con tu móvil.

Algunos pueden pensar que cuantas más papeletas compres más probabilidades hay de que te lleves la rifa. ¿Estamos preparados para conocer a tanta gente? Somos seres limitados, hemos de centrar el tiro. Y lo de "macroligar" es un atajo. Es conocer gente a toda prisa, es querer adelantar acontecimientos. Me recuerda a cuando volví de Japón. ¿Podemos hacer tantos kilómetros en tan poco tiempo? ¿Que es el jet lag en realidad? No es solo un cambio horario. A mí me pegó fuerte al volver, es difícil de explicar la sensación que tuve. Lo poco que dormí iba envuelto en sudor y sueños como los que tienes cuando estas febril. Algo que mi cuerpo quería transmitirme: "no me hagas esto", "no aceleres tanto". Es como Super Lopez cuando se quedaba dormido por las mañanas. Se vestía a super velocidad y se tiraba el café encima. Simplemente porque hay cosas que no se pueden hacer tan rápido.

Con nuestras relaciones pasa algo parecido. No damos a basto. 200 amigos en Facebook, otro síndrome de Diógenes más. Lo hacemos con nuestras posesiones materiales, siempre acumulando, porque desprender nos produce alergia. Y entonces te mudas y te acuerdas de todo aquello. Te vas a casa después de esa cita rápida y crees que algo no ha salido tan bien como esperabas. Te metes en la cama después de 20 horas de avión y no eres capaz de reconocer el malestar que el viaje te ha producido. Esa sensación de frustración como cuando intentas correr en un sueño. Seguro que tiene relación con todo aquello que queremos abarcar y no podemos.

La tecnología nos da esa posibilidad. La de ir más rápido. ¿Nos aleja o nos distancia? Discutiéndolo con una amiga me contaba algo triste. Noticias importantes que recibía por whatsapp de amistades lejanas, producían falsa pero balsámica sensación de presencia. Pero luego al ver a esa amiga en persona y escuchar la misma buena nueva de viva voz, resulta que la experiencia no era la misma que si se hubiera enterado en ese momento. La tecnología nos da inmediatez que a veces es importante, pero coarta nuestras emociones, nos las inhibe. 

Yo, que vivo de algo que tiene que ver con la tecnología, saqué a relucir recursos de internet que suponen un gran avance. Las páginas para compartir aficiones, para compartir coche, para intercambiar domicilio en vacaciones... Al final llegamos a un acuerdo, o por lo menos con esa idea me quise ir yo. La tecnología nos ofrece una plataforma muy útil para compartir intereses comunes entre personas que todavía no se conocen, pero ¿qué hay de las relaciones personales? ¿Qué hay de las relaciones íntimas? ¿Hemos mejorado en ese sentido? Somos la generación que lo quiere todo y que no está dispuesta a sacrificar nada. La tecnología debería estar enfocada a resolver este problema, como resuelve otros. Pero no, solo nos ofrece potencia sin control. Atajos. Mucha cantidad pero no tanda calidad. Porque hay cosas que llevan su tiempo. Como se dice en consultoría, 9 mujeres no hacen un hijo en un mes. Hay cosas que no se pueden acelerar y suele coincidir con las que parecen las importantes.