martes, 8 de marzo de 2016

The Lobster

He vuelto. En realidad nunca me fui. Digamos que solo dejé de contarlo. Para celebrar mi vuelta os traigo el análisis de una película que vi hace poco y que me hizo pensar. Me hizo pensar tanto que me ha dado para contar todo este rollazo. Espero que os guste.




La película trata tres escenarios diferentes. Los dos primeros son más o menos evidentes, el tercero dejémoslo de libre interpretación:

- Los que no pueden vivir solos
- Los obsesionados con su independencia
- Los febrilmente enamorados

Pero creo que hay un mensaje por encima de este contexto, de proporciones más inmensas y es por este punto por donde me gustaría comenzar.

Al final la película trata de buscar la reafirmación en los demás. Nos pasamos la vida intentando que los demás aprueben nuestras decisiones. Es como una tarea de fondo que nos autoimponemos sin darnos mucha cuenta y que se ejecuta una y otra vez.

Os presento a Paquita. Está felizmente emparejada aunque es víctima de ciertas dudas. Pero, ¿quién no las tiene? Su chico le trata bien, tiene detalles de vez en cuando que la enamoran. Pero no es todo lo vital que a ella le gustaría. Quién le iba a decir hace años que se alegraría al verle salir de casa para ver el fútbol con sus amigos. Tienen buen sexo, aunque ya casi nunca es improvisado. El caso es que Paquita tiene una muy buena amiga, Raquel, a la que respeta y en algunos aspectos admira. Lleva varios años soltera y a pesar de no faltarle pretendientes, insiste en no querer comprometerse con nadie. Raquel es una explosión de dinamismo. Transmite buen rollo porque se le ve feliz y porque nunca intenta vender nada, siempre acepta las circunstancias, propias y ajenas, con naturalidad. En cambio Paquita, quizá más insegura que su amiga, de vez en cuando adopta el rol comercial y evangeliza con los milagros de su relación como si de un vendedor de seguros se tratara. Únete al club! No hay otro igual! El día que Raquel quedó por tercera vez con Alberto, Paquita volvió a casa y tuvo sexo como de reconciliación pero sin haber pasado ningún drama. Destilaba alegría hacia su pareja que su novio no entendía pues ningún mérito especial se le podía atribuir. Pasadas un par de semanas dejamos de tener noticias de Alberto. Sin pensarlo demasiado, todo volvía a empezar.

La sociedad descrita en The Lobster es como si a Paquita le hubiera dado un aire y decidiera ingresar a su amiga en una prisión de baja seguridad para inadaptados, simplemente porque no ha conseguido convencerla de que su estilo de vida es el mejor.

Este intento de desaprobación lo vemos en ambos mundos. Los solteros en terapia son obligados a acudir a bizarras escenificaciones sobre las tragedias que pueden tener lugar si no vives en pareja. Puedes atragantarte con el hueso de una aceituna o ser violada en la calle, y nadie hará nada para salvarte. Al otro lado del bosque, vemos este mismo intento de autonconvencimiento cuando los solteros asaltan con nocturnidad el hotel para intentar romper lo que artificialmente la sociedad se ha empeñado en unir. Resulta risible comprobar que a pesar de actuar con cierta violencia, no es su deseo infringir ningún daño físico, solo dinamitar los cimientos de cuantas parejas encuentren a su paso. Poner en evidencia su mundo, para de esta forma encumbrar el que ellos profesan. Lo dicho, dos bandos enfrentados con un mismo objetivo.

A lo largo del metraje podemos ver numerosas y sutiles alegorías que tienen como objetivo representar esta enfermiza visión de la vida en pareja.

En el hotel, o mueres (te transforman), o cazas o pactas. Puede ser un pacto consensuado o puedes intentar engañar fingiendo coincidencias con otro huésped para dar lugar a otra superficial relación. Con el fin de salvar el pellejo, hasta una vida llena de golpes en la nariz o actitudes vejatorias hacia los demás, puede estar justificada. A pesar de parecer que existe cierto control en lo que a fraude amoroso se trata, en el fondo los "vigilantes" no se esfuerzan demasiado. De lo contrario, y si trabajasen por objetivos, se puede decir que su sueldo variable no sería muy cuantioso.


En el bosque las costumbres son justo las opuestas. El onanismo, lejos de estar penado, bien puede servir para justificar un rato de extraña evasión. La escena quizá más hilarante y que mejor representa esta obsesión por la independencia la encontramos cuando la jefa obliga a sus acólitos a cavar su propia tumba. Incluso han de aprenderse el camino hacia la misma para darse tierra si la cosa se pone chunga. Pero literal. En una de las escenas vemos al protagonista echarse tierra por la cara en una de esas pocas tareas (dar sepultura) en las que el ser humano por cojones necesita de la intervención de otra persona.

La ciudad también nos ofrece algunas escenas dignas de analizar. Por ejemplo las visitas a los padres, especialmente la segunda cuando los protagonistas tienen que fingir ser una pareja de verdad. Tienen tantas ganas de abrazar esa libertad que la actuación se les va literalmente de las manos. Otra visita, esta vez al oculista, nos traslada a una cuestión no ausente de cierta crítica hacia el mundo femenino. Esas amigas que te acompañan en el momento en el que pones fin a tu relación. Dejar ciega a su amiga seria en nuestra realidad como ese consejo envuelto en egoísmo que termina firmando una ruptura. Digamos que la versión más perversa de Paquita gustosamente acompañaría a su amiga a operarse la miopía sabiendo que se trata de un importante punto en común con su pareja.

Relacionado con esto último encontramos un fuerte argumento en contra de la actual visión que tienen muchas parejas. La obsesión por buscar coincidencias en pos de un mejor entendimiento. O lo que es lo mismo. La obsesión por fingir tener cosas en común con alguien para autoconvencerse de que es la persona adecuada para compartir tu vida. Sobre esto encontramos un gran momento cuando una vez dejan ciega a su chica, el protagonista insiste en que aprenda alemán (otro rasgo que le caracteriza) con la idea de dar sustituto a esa miopía que justificaba su existencia. Delirante ese pensamiento en el que tener un defecto en la vista puede abrirte las puertas del amor. Y es que de hipérboles está la película hasta arriba, supongo que con el fin de jugar entre lo insultantemente evidente y lo retorcidamente complejo.

Y todo esto sin empezar a diseccionar todo el mensaje que esconden escenas más sombrías. Por ejemplo, los empleados del hotel resultan de lo más normal que se puede ver en toda la película. ¿Qué papel representan? Curiosamente no paran de fumar cuando a los huéspedes no se les permite. Sigamos. ¿Qué hay detrás del apuñalamiento al volver las "amigas" de la ciudad? ¿Representa la ceguera que le producen lo perdida de amor que está ella por el protagonista? En su huida a la ciudad, ella está ciega y a él le aprietan los pantalones. Quizá un pelín sacado de quicio, la pregunta que me invade es: ¿Está también él enamorado? Y la pregunta que seguramente nos hacemos todos y que quizá resolvería esta última incógnita: ¿Se arranca los ojos o la deja plantada?

Para terminar. ¿Es esta perversa visión de la sociedad actual el mensaje que el director quiere transmitir? Quiero pensar que no. Al contrario. Creo que la película reivindica la normalidad. Esa persona que juega con las cartas que le da la vida. Que acepta su realidad, sin obsesiones, ni atajos. Que tiene la puerta entre abierta sin miedo al riesgo ni al compromiso pero con la suficiente dignidad para dar un portazo si lo necesita. Libre de complejos pasados, no vive en continuo anhelo por lo que en ese momento no tiene. Bien sea libertad lo que añora, bien sea esquivar la soledad lo que necesita. La normalidad en este contexto no es otra cosa que aceptar el destino con paciencia y respetar la decisión de los demás con empatía.